sábado, 29 de marzo de 2014

Sfenj a la italiana

Por IRIS ALMENARA



El Sfenj es un postre Argelino, se trata de un dulce en forma de rosquilla o buñuelo, de ahí este título a mi crítica sobre la ópera de Rossini "La italiana en Argel" representada en el Palau de les Arts Reina Sofía, ya que fue una ópera para paladares golosos. 


"El color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana." (Kandinsky)

Y de repente aparecimos en Argel. Era un lugar cálido lleno de colores, sabores en su justa medida dulces y música viva.

Desde el principio de la representación lo que me llamo la atención fue ese desfile colorido pero no enturbiado, de la esplendida escenografía. Durante toda la ópera hubo una luz con sabor dulce que me trasladó a un lugar exótico sin llegar a empacharme o aburrirme. Fantasía llena de color con un vestuario al mismo nivel. Las imágenes que más me impresionaron desde un punto escenográfico fueron: la jaula colgando con la luna de fondo y casi al final, el momento de la botella gigante y la bandera. Me parecieron una oda a la mujer revolución y heroína, fue como admirar desde otra perspectiva el cuadro de Delacroix "La Liberté guidant le peuple".

Fue una ópera-cuento.

"Rossini, divino maestro" (Heine)

Rossini es así, es un cuentista musical de los buenos. Cada nota tiene un significado, una reminiscencia mágica que nos traslada a una fantasía orgánica. Es como si pudiésemos oler y degustar la esencia musical que nos atrapa desde el momento uno.

No hay forma de librarse de su música, nos quedamos enredados en esas agilidades, esos matices tan únicos, esa belleza tan sutil y elegante llena de vida. La sensación de un silencio tácito es inexistente. El silencio se produce en el oyente de manera sorprendentemente natural, libre. No puedes desconectar ni un segundo de la acción musical.

La cuestión es que en algunos momentos me pareció que musicalmente Rossi se difuminó no sé porqué, pero creo que los matices orquestales no estaban del todo bien definidos en algunos momentos. Era como si de repente hubiese una desconexión interpretativa.

A nivel vocal todos son retos y más con Rossini.

Con semejante puesta en escena no podían faltar buenos cantantes. Las exigencias vocales fueron superadas con éxito por todo el reparto, también me gusto el equilibrio que existía entre los diferentes registros y por supuesto la importancia del coro en algunos momentos que hicieron su aportación a esta magnifica representación.

Creo que vocalmente se creo una atmósfera de armonía, aunque debo señalar que personalmente me cautivó y hechizó Silvia Tro tanto vocalmente como actoralmente. Mujer heroína donde las haya, su personaje era de un temperamento fuerte al mismo tiempo que poseía una sensibilidad interna. Una revolución por amor. Amor y fuerza que se vieron reflejadas en su musicalidad, calidez y fiereza vocal, y su magnifica interpretación y expresión.

En conclusión, salí de la ópera como cuando era pequeña e iba al teatro, salí con ilusión. Me entraron ganas de viajar a esa Argel llena de tigres, colores vivos y sabores dulcemente exóticos. Un lugar con buena música, buena historia y buenos interpretes. Fue como un refugio para huir de los convencionalismos y el mal tiempo.

La música es infinita como la imaginación, y cuando topamos de frente con algo genuino se nos impregna en la piel, y toda esta vida tan fantásticamente orgánica y escénica es lo que nos hace recordar esos momentos como únicos. 


Iris Almenara. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario